lunes, 13 de septiembre de 2004

Adeu

A Lure ya no le podían hacer daño, o eso creía ella, esa caja, esa caja de cristal maravillosa seria su máximo aliado, su protector, nada podría hacerle daño, causarle la más mínima herida; ni la daga más grande, ni la más punzante, ni las más dolorosas palabras o miradas podrían exprimirle mas el corazón.
Nuestra protagonista contaba con la edad de siete años, edad mágica para los humanos, en la que se hacen a si mismos, en la que cualquier tropiezo puede hacerles desfallecer y ocultarse en una gota de café para así desaparecer a la vista de los demás.
Por donde empezar a contar esta historia? Decidme como se hace, pues no logro recordar como son vuestros cuentos o como diablos los llaméis. Antes de nada me presento, yo sere vuestro narrador, fabulista,cuentista. Encantado mortales –ese seré yo.
Todo empezó el primer día de clase, se había mudado de ciudad y eso acarreaba una nueva casa, un nuevo final de verano, un nuevo colegio, un nuevo jardín e infinidad de cosas todas ellas distantes.
Como todos los niños llego al colegio cogida de la mano de su padre, con un chupa chups en la boca, mordiéndolo entre sus dientes temblorosos, estaba prohibido comer chucherías antes de empezar el día pero hoy era un día especial hoy había que cuidar de Lure ante todas las cosas pues siempre había sido una niña demasiado fantasiosa para su edad y vivía en un mundo paralelo al de los demás, así que cualquier contacto con la realidad le era dañino en una manera sobrehumana. No era diferente, nunca lo fue, pero prefería ver el mundo con sus ojos de ardilla antes que con los de un humano cualquiera. Cuando la profesora hizo sonar el silbato su padre le dio un ligero empujón para que corriera a la fila pero fue en vano, Lure seguía ahí, clavada en ese suelo de hormigón mirando fijamente las siluetas que se formaban a través de los cristales de un edificio que le resultaba totalmente desconocido.